Tras la crisis generada por la interpretación sacada de contexto de unos Tweets de Guillermo Zapata, originados hace nada menos que cuatro años, una eternidad en términos digitales, mucho se ha debatido, declarado y decidido. Poco bueno ha salido de este debate. Sinceramente creo que como sociedad hemos perdido mucho y nos será difícil siquiera comprender el alcance de la pérdida hasta que, tal vez, ya sea demasiado tarde.
De entre todo lo escrito hay un gran artículo que destaca y que suscribo. El de Darío Adanti:
Ni puta gracia (sobre los límites del humor y su contexto), por @Darioadanti http://t.co/QkOhaup6Hp pic.twitter.com/QiSxjLrVKh
— Ignacio Escolar (@iescolar) junio 16, 2015
El humor no sólo es libertad de expresión, concepto que no está muy claro para muchas personas, sino también arte. Ficción que a veces, como decían en V de Vendetta, usa la mentira y la exageración para decir la verdad del ser humano.
El humor nos dice la verdad de lo que somos, nos muestra ante espejos tal y como somos o deformados para avisarnos de aquello en lo que nos podríamos convertir, y a veces eso es doloroso. La vida es dolorosa, la vida es injusta y tenemos que aprender a gestionarlo.
Y lo que yo os digo es que si no podemos con el humor, tal vez no podamos con la verdad.
El mundo en el que vivimos no es únicamente de color de rosa. Tiene partes oscuras que a veces no nos gusta iluminar. Pero sólo iluminando esas partes tan oscuras, sólo riéndonos del terror, podremos, tal vez, avanzar.