Fuera de este mundo

Hace mucho tiempo que no escribo temas de la ley de propiedad intelectual porque, sencillamente, es un caso perdido. Creo que ya no vale la pena, la verdad. La solución ya no vendrá de la clase política, ni de las entidades de gestión.

Hace más de una década que estoy en Internet peleando y si bien mucho ha cambiado, algunos parecen ser total y absolutamente inmunes a la crítica razonada y aplican soluciones a problemas que no existen en los lugares incorrectos de tal manera que, increíblemente, empeoran todavía aún más su propio problema.

Vivimos en un mundo donde la NSA, CIA y FBI nos escuchan y leen activamente, donde los bancos son nuestros dueños absolutos y la cultura está secuestrada por una ley diseñada para un pasado fantasmagórico de escasez de acceso a los contenidos artificial. Nuestros oídos, ojos y labios pertenecen a los caprichos de un dios incuestionable: El Copyright Extremo y Maximalista y el dios Dinero, que van de la mano.

El puente de entendimiento entre los que hacen las leyes y deben hacer cumplirlas y  la sociedad se rompió hace tiempo toda vez que fueron los primeros los que usaron el contrato social para limpiarse tras salir del retrete.

La solución para los creadores pasa por empresas que ven todo de otra manera, aunque tal vez incompleta. Y por liberar su obras del yugo caprichoso de una ley que paradógicamente, al proteger la obra de forma extrema, la hace terriblemente vulnerable a la peor amenaza, el olvido y la no existencia.

Cada uno que sujete su vela. Este barco hace tiempo que hace aguas. Haced acopio de provisiones porque el futuro es frio, gris y está diseñado. Pero es tan rígido que al faltar flexibilidad estallará. Y sólo quedará lo que llevemos en la mochila.

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