Proliferan las noticias sobre los curas pederastas en varios países. Romperé una lanza por ese colectivo habida cuenta de lo necesario que es ser justo y razonablemente escéptico. Pero antes ¿alguien pensaba que los curas por el hecho de ser curas no son humanos con todo el abanico de virtudes y defectos a su alcance? Lo son, como todos y cometen errores y muchos terriblemente graves e irreparables. Y como cualquier otro ciudadano deben pagar por sus actos. Eso sí, la justicia debe poder actuar contra ellos de la misma manera que contra cualquier otro ciudadano.
Así que los curas son eso, ciudadanos y como en cualquier colectivo humano, los hay buenos, malos y una mezcla variada entre unos y otros extremos.
Que durante años nos hayamos engañado sobre la supuesta bondad innata de esas personas ha sido el error al que la religión nos ha llevado con sus dogmas.
Pero como en todo proceso judicial, en todo proceso mediático hemos de aprender a separar el grano de la paja (sin dobles sentidos que el tema es grave) y debemos creer en la presunción de inocencia y la necesidad de probar los delitos con pruebas, hechos. Ni todas las denuncias serán ciertas por el hecho de que se acuse a curas, ni tampoco por el hecho de ser cura se debe considerar que deben ser perdonados y pelillos a la mar.
He conocido a muchos curas en mi vida y la gran mayoría han sido excelentes personas y sobre todo eso, personas antes que curas. También he conocido a otros que no me han caído bien, pero han sido los menos. No me gustaría que se criminalizara de forma dogmática a un colectivo por el hecho de haber descubierto manzanas podridas entre ellos. Por mucho que algunos discrepemos con las iglesias y las religiones en general, debemos ser igualmente firmes en nuestro escepcismo y pensamiento crítico científico para ser realmente justos con la situación. Y eso va también por las víctimas que merecen que se haga justicia, pero con todas las garantías de una tutela judicial efectiva. Y sí, que la justicia actúe, hasta las últimas consecuencias.
El Vaticano haría bien en ser el primero en exigir justicia y reparación a las víctimas o de lo contrario pagarán las consecuencias también todas esas personas de buena voluntad que, engañados por el espejismo de la existencia de un dios tal vez, realmente creen en lo importante de hacer el bien para con los demás.