Nunca me negué a pagar el impuesto de carretera porque estoy tan deseoso de ser buen vecino como de ser mal súbdito; y en cuanto al sostenimiento de las escuelas, participo educando ahora a mis conciudadanos. No es en relación al particular punto en la cuenta de impuestos que me niego a pagarla. Sencillamente quiero negar mi lealtad al Estado, retirarme y mantenerme realmente apartado de él. No me interesa trazar el recorrido de mi dólar, aunque pudiera, que hasta puede comprar a un hombre o un mosquete para matar a alguien -el dólar es inocente- sino me preocupa trazar los efectos de mi lealtad. En verdad, declaro en silencio la guerra al Estado a mi manera, aunque siempre haré el uso y conseguiré la ventaja que de él pueda, como suele suceder en tales casos.
Si otros pagan por simpatía al Estado el impuesto que se me exija, no hacen sino lo mismo que ya han hecho en su propio caso, o bien aceptan la injusticia en mayor medida de lo que el Estado requiere. Si pagan el impuesto por erróneo interés en el individuo contribuyente, para salvar su propiedad o impedir que vayan a la cárcel, es porque no han considerado con sabiduría hasta donde pueden permitir que sus sentimientos privados interfieran el bien público.
Por lo tanto ésta es mi posición actual. Pero no se puede estar demasiado en guardia ante un caso así, para que la propia acción no sea influenciada por obstinación o por indebida consideración hacia las opiniones de los hombres. Que se haga únicamente lo que corresponde a uno mismo y al momento preciso.
A veces pienso: pero si este pueblo tiene buenas intenciones, sólo que es ignorante; obraría mejor si supiese cómo; ¿por qué dar a tus vecinos la pena de tratarte como ellos no tienen inclinación? Pero vuelvo a pensar: esto no es razón para que yo haga como hacen ellos ni para permitir que otros sufran una pena mucho más grande de distinta naturaleza. Además, a veces me digo: cuando muchos millones de hombres, sin acaloramiento, sin mala voluntad, sin una predisposición personal de ninguna índole, demandan de ti unos pocos chelines solamente, sin la posibilidad, tal es su constitución, de retirar o modificar su actual solicitud y sin la posibilidad, de tu parte, de apelar a otros millones, ¿por qué exponerte a esta abrumadora fuerza bruta? Por lo tanto, tú no resistes el frío y el hambre, los vientos y las olas, obstinadamente; te sometes calladamente a un millar de necesidades similares. No pones la cabeza en el fuego.
Pero exactamente en la misma proporción en que no considero que sea esto del todo fuerza bruta, sino en parte fuerza humana, considero que tengo relaciones con estos millones así como con muchos millones de hombres y no con millones de cosas insensibles e inanimadas, veo que ese llamamiento es posible, primero e instantáneamente de ellos a su creador, y luego de ellos a ellos mismos. Pero si pongo mi cabeza deliberadamente en el fuego, no hay apelación al fuego o al creador de fuego y sólo me tengo a mí para reprochármelo. Si pudiera convencerme de que tengo derecho de conformarme con hombres tal como son y de tratarlos de acuerdo a eso, y no de acuerdo, en algunos aspectos a mis exigencias y esperanzas de lo que ellos y yo deberíamos ser, entonces como un buen y fatalista musulmán, debería tratar de conformarme con las cosas como son y decir que es voluntad de dios. Además, por encima de todo, existe la siguiente diferencia entre estar resistiendo esto y una fuerza puramente brutal o natural, cuando puedo resistir esto con algún efecto, pero no puedo aspirar, como Orfeo, a cambiar la naturaleza de las rocas, de los árboles y de las bestias.
No deseo reñir con ningún hombre ni nación. No quiero hacer mezquinas diferencias o finas distinciones ni eregirme mejor que mis vecinos. Busco más bien, diría, hasta una excusa para amoldarme a las leyes de la Tierra. Estoy perfectamente listo para amoldarme a ellas. Realmente, tengo motivos para sospechar de mí mismo en este sentido, y todos los años, cuando el recaudador de impuestos viene por las cercanías, me encuentro dispuesto a reconsiderar los actos y la posición de los gobiernos general y estatal, así como el espíritu del pueblo para descubrir un pretexto para la conformidad.
Debemos amar a nuestra patria como a nuestros padres, We must affect our country as our parents,
y si alguna vez permitimos And if at any time we alienate
que nuestro amor o nuestras obras dejen de honrarla, Our love or industry from doing it honor,
debemos tener en cuenta los efectos y enseñar al alma We must respect effects and teach the soul
cuestiones de consciencia y religión Matter of conscience and religion,
y no deseos de poder o lucro. And not desire of rule or benefit.
Creo que el Estado pronto estará en condiciones de quitarme todo mi trabajo de ese tipo, y entonces no seré mejor patriota que mis conciudadanos. Contemplada desde un punto de vista inferior, la Constitución, con todas sus fallas, es muy buena; la ley y las cortes son muy respetables; hasta este Estado y este gobierno norteamericano son, en muchos sentidos, cosas muy admirables y raras que debemos agradecer, tal como muchísimos las han descrito; pero contempladas desde un punto de vista un poco más alto, son como las describí; contempladas desde un punto aún más alto y desde el más alto, ¿quién diría lo que son o que sean dignas de mirar o pensar en ellas en absoluto?
Sin embargo, el gobierno no me interesa mayormente y le concederé mínimos pensamientos. No son muchos los momentos en que vivo bajo un gobierno, ni siquiera en este mundo. Si un hombre es de libre pensamiento, de libre fantasía, de libre imaginación, eso que nunca parece existir por mucho tiempo para él, mandatarios o reformadores imbéciles no pueden interrumpirlo fatalmente.