Según leo en Meneame nos llegan buenas noticias desde el otro lado del Atlántico. Brasil empieza a limitar el impacto del nocivo DRM en los contenidos.
No obstante observo que hay gente que cree que el DRM es un derecho de los autores para «proteger» su obra. El DRM de hecho es justo lo opuesto a proteger el contenido, es una forma de destruir a medio y largo plazo el acceso al contenido, por lo tanto el acceso a lo que el autor vivo o muerto quisiera expresar, y una forma de mantener vigente un modelo de negocio analógico en plena era digital en lugar de aprovechar la realidad y potencia de lo digital. En pocas palabras, el DRM afecta directamente al derecho humando de acceso a la cultura en aras de proteger el negocio obsoleto de unos cuantos distribuidores, nada más.
El DRM es lo peor que le puede ocurrir al contenido y por extensión al autor original que se expresa a través de éste. El DRM debe ser proscrito porque significa la caducidad y obsolescencia del acceso al contenido, por lo tanto mata al contenido, simbólicamente al creador y viola el derecho humano de acceso a los contenidos que pertenecen, a la larga, a toda la humanidad.
Por otro lado el objeto del DRM es luchar contra la realidad imponiendo de manera ficticia la escasez en lo digital. Nos hace ver lo defectuoso como normal y subvierte lo digital para emular modelos de negocio analógicos. Apostar por el DRM equivale a apostar por la involución y la destrucción del conocimiento humano y de ahí que no sea sino un ataque al derecho fundamental de acceder al contenido.
Recordemos que cuando finaliza el término de monopolio del contenido por el autor concedido por los estados en forma de leyes de derecho de autor, el contenido tiene que volver al dominio público; es la función fundamental de éste. Con DRM jamás sería posible, sería como tener unos libros de un tal Shakespeare encerrados en una vitrina sin la llave que nos permita abrirla para ver qué es eso de Hamlet. Nadie podría leer los libros y en el futuro los contenidos con DRM serán inacesibles y no serán devueltos a la humanidad. El DRM es la segunda quema de la biblioteca de Alejandría por los nuevos fanáticos de una religión que sobrepasa el esperpento, la religión de «todos los derechos reservados» y que se permite reservarse, ya de paso, los derechos de los demás.
Luchar contra el DRM es un acto de responsabilidad social.