Incluso para pequeñas cosas parece que el actual ser humano tiene miedo de hacer lo correcto por miedo a las consecuencias.
Voy a poner un ejemplo: Ayer estuve con mi hijo en el Señorío de Bértiz donde hay una pequeña zona de juegos con una pequeña tirolina para los chavales. Unos pequeños no tuvieron otra ocurrencia que tirar piedras a los que se lanzaban en la tirolina. Algunos de los afectados les gritaban que pararan. Me acerqué al jaleo y vi ahí lo que estaba pasando ante la inactividad de varios adultos. Cuando mi hijo de seis años se acercó corriendo a imitar a los agresores me puse en medio y puse orden: «tirar piedras se ha acabado. Ya basta» dije. En ese momento dejaron de tirar piedras, intimidados, supongo, por mi presencia y se pusieron a otras actividades no agresivas, siempre mirándome de reojo buscando mi aprobación.
¿Porqué no hacían nada el resto de adultos a la primera señal de aviso? Creo que hay muchos factores, uno es el miedo irracional que tenemos a recriminar a los chavales y niños de otros, y tal vez propios, aquello que está mal. Tal vez tengamos miedo a herirles o herir la susceptibilidad de algún otro padre que prefiere que sus niños sean «libres» aunque eso suponga un peligro objetivo y real para otros, tanto como para él mismo.
Creo que es sintomático de lo que está ocurriendo. Nos da miedo educar en el respeto a los demás, por miedo a las consecuencias de una sociedad demasiado mimada y complaciente. Personalmente cuando intervine me daba igual las consecuencias, era peor no actuar y que algún chaval recibiera una piedra en un ojo. Entonces todos nos íbamos a lamentar, pero sería ya demasiado tarde.
La educación de los adultos de mañana está en manos de los adultos de hoy. De todos. Todos tenemos una responsabilidad y si nos frenamos por el «qué dirán sus padres si me meto» acabaremos pagando las consecuencias todos.
De modo análogo ocurre a la hora de votar, cuando por miedo al partido que más tememos votamos a aquel que también miente, embauca e insulta a la ciudadanía. La gente proclama que votar a un partido pequeño es no pensar en las consecuencias de no dar el voto al partido que tiene posibilidades de gobernar, mal, pero tal vez no tan mal como el otro que sale reforzado de forma indirecta.
Sí, es cierto, pero las consecuencias de ese miedo es una sociedad resignada y responsable de la corrupción democrática actual. Es el miedo el origen de este empeoramiento moral que con apetito voraz socava todos nuestros principios.
Y termino con otro ejemplo, el asesinato por orden de Barak Obama del ex-agente de la CIA Osama Bin Laden, personaje al que, por cierto, no le tengo el más mínimo de los aprecios.
Seguramente lo más conveniente para EE.UU. era que Osama Bin Laden fuera ejecutado extrajudicialmente, pero no fue lo correcto. Los estados supuestamente democráticos tienen precisamente en su naturaleza la obligación moral de hacer valer el estado de derecho incluso con los más repugnantes de sus presuntos enemigos y criminales. De no hacerlo así, nada distingue al estado del presunto terrorista. Si podemos usar las mismas escusas que los terroristas ¿no acabamos siendo lo mismo, o como mínimo, legitimando ciertas motivaciones para matar a otros estén o no armados, se puedan o no defender?
Me hubiera gustado lo correcto, que hubieran detenido a Bin Laden, lo hubieran interrogado y lo hubieran procesado para hacerle pagar por sus crímenes. Seguro que una persona así tendría mucha información interesante. Hubiera sido difícil, complicado, caro y peligros, pero hubiera sido lo correcto ¿Piensa Obama que el asesinato extrajudicial está bien? Pues entonces que no se extrañe cuando otros lo hagan por otras causas a ciudadanos de su nación o cualquier otra.
La verdad es que no me sorprende ya nada de ese señor, pero que no intenten justificar que lo que hicieron fue lo correcto, porque no lo fue. Fue lo más cómodo, lo más vengativo, pero no lo correcto.
Y tener miedo a hacer lo correcto es lo que convierte a este mundo en un lugar demasiadas veces infame.