Cuando conocemos atentados yihadistas nos llevamos las manos a la cabeza y nos sentimos impotentes ante tanta locura, ante tanta irracionalidad. Sin embargo esos atentados no son locuras desde la escala de valores de los integristas. Estos ataques son lo que los yihadistas creen firmemente es su labor. Tienen que hacerlo porque, para ellos, es lo correcto. El pecado, para ellos, es precisamente no hacerlo. Esta creencia no nace de la nada y precisa un importante sustento político, económico y sí, también social.
El papel fundamental lo juegan los islamistas, esos que no toman las armas pero crean la estructura lógica religiosa de manipulación para lograr que sean otros los que se inmolen por su causa, ya sea fruto de creencias genuinas o manipulaciones más o menos, cuando no completamente, interesadas.
¿Es la causa principal siempre religiosa? Según se mire y según qué entendamos por religión, pero como poco debemos asumir que los factores que confluyen para que alguien coja un vehículo y desee aplastarnos a nosotros y los nuestros son muchos, variados y complejos y sí, incluyen motivaciones religiosas.
Existe un enorme componente geoestratégico sí, pero tan íntimamente imbricado en el pasado y la propia interpretación de una religión que a veces separar los factores se hace casi imposible.
Al menos si nos creemos lo que los representantes de ISIS dicen, y no tenemos porqué pensar que están mintiendo tal y como nos recuerdan también ellos mismos, hemos de reconocer que lo que más motiva a los yihadistas y los islamistas es que somos infieles. Esto explica, por ejemplo, por qué mascran a tantos musulmanes: no piensan exactamente como ellos, no se emplean activamente en su obligación de hacer la yihad contra los descreídos, no son buenos musulmanes… son infieles que, para ellos, merecen ser castigados.
En las religiones abrahámicas la violencia contra los infieles y herejes ha jugado y todavía juega un papel muy importante. Que esa violencia se enmarcaba en un contexto determinado es a lo que algunas de éstas recurren para asumir el horror del pasado y no repetirlo en las sociedades modernas, pero sin la difícil, laboriosa y necesaria reforma de estas religiones, la interpretación de violencia sigue ahí cruda con la misma razón de ser que cualquier otro aspecto que no consideramos necesariamente negativo.
El islam no es una excepción tal y como explican no pocos musulmanes que buscan y luchan por una reforma de ésta para que pueda convivir con valores humanistas. Pero para lograr esta necesaria reforma es importante reconocer lo complejo del problema y dar apoyo a quienes los identifican y señalan.
Posturas absolutas que afirman tanto que todo ocurre por el Islam como que no existe componente religioso sólo nos alejan más y más de acabar con la lacra yihadista e islamista. Además esas afirmaciones nos dividen profundamente, cosa que esa lacra busca a toda costa.