Rupert Murdoch, uno de los adalides de la industria del entretenimiento e información que más y con más vehemencia habla de las maldades de la piratería, a la que responsabiliza en gran medida a Google, es dueño de The Sunday Times que ha sido recientemente encontrado culpable de infracción del copyright. En concreto han distribuido en Gran Bretaña un CD de Jimi Hendrix «Live» sin obtener los permisos pertinentes previamente. ¿La multa? 250.000 dólares, no mucho a juzgar por la amplia difusión del periódico. Si se tomaran las multas que imponen a los ciudadanos que comparten unas pocas canciones en redes de pares, seguramente, el Sr. Murdoch tendría que vender el periódico para pagarla.

Existe un doble rasero moral por parte no sólo de los que tanto hablan de los malvados piratas ciudadanos, sino también de los que juzgan. No es lo mismo un ciudadano de a pie que una empresa. Se ve que la tónica va en ese sentido. Los derechos los tienen ahora las empresas y los que pagan, somos los demás.

La democracia se pervierte cuando no se tiende a proteger al débil y se protege en cambio al poderoso.

Pero sobre todo estamos ante un ejemplo de hipocresía absoluta. Y no es el primer caso. Muchos que se quejan de que la gente comparta las obras que crean, producen o distribuyen tienen toda clase de ardides para por un lado no pagar a los autores o sus herederos, como para no pagar lo que corresponde a los artistas que tienen bajo contrato.