Con Internet, las redes sociales y los blogs muchas cosas han cambiado. Entre éstas está la forma en la que diferenciamos nuestra expresión personal de la que empleamos al representar a la empresa en la que trabajamos.
En muchas ocasiones nos encontramos con la dificultad de que los demás nos perciban al mismo tiempo como representantes de una empresa o proyecto y ciudadanos en su derecho a expresar sus propias opiniones o posiciones ante distintos temas, aunque éstas sean distintas de la línea de la empresa.
Debido a que cuando escribimos una opinión, ésta puede alcanzar la máxima difusión, cuando alguien mira sobre la empresa en la que trabajamos, puede acabar creyendo que esa opinión personal es también la de la empresa. Y no tiene porqué ser así.
Hace unos años esto no pasaba tan fácilmente. Uno tenía su opinión, la compartía con los amigos y ahí quedaba. Ahora al escribir algo en Internet se comparte, se quiera o no, con casi dos mil millones de personas en todo el mundo. ¿Debemos dejar de dar nuestra opinión si ésta es distinta de la línea oficial de la empresa en la que trabajamos?
Debería ser así si no fuésemos lo suficientemente maduros, o si las opiniones no fueran tales, y fuera más bien ataques rabiosos. Si existe crítica, constructiva, argumentada, no debería haber riesgo alguno. Pero las líneas que se cruzan son muy tenues y no todo el mundo sabe separar las cosas.
Una opinión de alguien de una empresa puede arruinar expectativas de esa empresa. Es muy difícil hacer comprender a terceros que cada uno tiene su forma de ver las cosas, pero que no tiene porqué afectar a la visión corporativa del proyecto.
Creo que la opción de obligar a alguien a que deje de expresarse con libertad en su ámbito personal es lo peor que se puede hacer. Si alguien tiene que ser deshonesto en su expresión personal por no afectar la reputación de una empresa, creo que incluso sería mejor que se produjera una desvinculación de la empresa, si es que ésta le obliga a decir cosas contrarias a su postura real.
¿Debemos cambiar nuestro discurso personal por temor a las consecuencias laborales? ¿Debemos simplemente moderarnos? ¿Qué se puede hacer para dejar claro que lo que uno opina no afecta a su trabajo en una empresa con otra postura oficial?
Hay pocas soluciones consistentes que no signifiquen comprometer la integridad de alguien en favor de resultados corporativos. Por uno u otro lado alguien pierde. Estas cuestiones tendrán que ser tomadas muy en serio pues van a ser aún más importantes en una relaciones, las profesionales y personales, cuyas fronteras cada vez se tornan más difusas.
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En el mundo de hoy esa es la tendencia. Las fronteras, en el sentido mas amplio de la acepcion del termino, se difuminan y de esta forma nace un tercer ente, conformado por la suma de la entidad corporativa y el o los funcionarios que la integran.
Saludos.
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La dificultad añadida es ser conscientes de ésto y que depende mucho de que los demás también lo sean, para necesariamente relativizar las posturas de unos y otros 🙂
Muy bueno, Mario.
Un abrazo
Gracias Sofía 🙂