Leyendo este ilustrativo artículo de Vicenç Navarro, y siempre teniendo en cuenta que es peligroso generalizar, que hay de todo en todos lados y en todos los colectivos humanos, me empecé a cuestionar ¿y si yo, si cualquiera de nosotros fueramos miembros de esa élite financiera de super ricos con todo el poder de riqueza que acumulan sus cuentas corrientes? ¿Sería nuestro comportamiento distinto del que estamos observando estos días de desmantelamiento y robo de lo poco que nos quedaba de lo que habían conquistado nuestros abuelos con sangre, sudor y lágrimas?
Lo primero que pensé, que además es evidente, es que una de las razones por las que yo no soy ni seré jamás super rico (salvo que me toque el Euromillón y entonces veríamos), es precisamente porque de alguna manera somos distintos. Al menos mi capacidad de empatía, muy marcada, me impide intentar aprovecharme del prójimo. Es más, por lo general soy uno de esos llamados «tontos» que a la hora de buscar un equilibrio, suele decantarse por dar algo de ventaja al otro, en detrimento propio.
Dejando eso aparte ¿y si estuviéramos en los zapatos de los super ricos, de los apoltronados, de los electos mediante subterfugios engaños y mentiras? ¿Si formáramos parte de esa élite selecta psicópata que nos gobierna? ¿Si tuviéramos en nuestras manos los bancos centrales, o algún fondo de inversión que maneja cantidades de dinero acumulado superior a los productos interiores brutos de varias naciones juntas? ¿Haríamos algo distinto de lo que están haciendo ahora los que tienen ese poder?
La verdad es creo que no. Lo cierto es que en su lugar nos creeríamos legitimados mediante la razón a hacer lo que sea para medrar a costa de los demás y lo haríamos ejerciendo presión a los representantes elegidos por esos pueblos ignorantes. Es una guerra y en la guerra todo vale. Haríamos lo que fuera por acumular en unas pocas empresas de nuestra élite tanto los medios de información, como los tecnológicos, como, sobre todo, las herramientas financieras. Y desde luego que nadie gritando en la calle, o desde las redes sociales nos harían cambiar de opinión. Es más, lucharíamos más fuerte y de forma más despiadada contra esa gentuza que está en la calle y que no es de nuestra casta. Esos que gritan, cuando nos calzamos zapatos de 800 euros, son, por naturaleza de clases, nuestros siervos y sólo son útiles para servirnos.
Y lo más importante, esa situación debe prevalecer. Nada puede cambiar. Es nuestra forma de vida.
Así que para comprender cómo funcionan sus mentes, y para entender lo que están haciendo y qué más van a hacer os recomiendo este ejercicio mental: Imaginad por un momento que sois de esas élites. Tenéis dinero acumulado por miles de millones, tenéis propiedades, fábricas, empresas. Ni viviendo 30 ó 40 vidas podríais «gastar» vuestra fortuna. Y ved a la gente común no como verdaderas personas, sino como subhumanos, como alienígenas que se reparten las migajas que de cuando en cuando echáis al suelo mientras coméis vuestro banquete.
¿Porqué no deberíamos hacer algo que podemos simplemente hacer? Tenemos todo el poder. Ellos no tienen más que seguir trabajando para nosotros y mientras nos quedamos con sus propiedades, sus derechos, todo.
¿De verdad haríais algo por esa gente? ¿No sería mejor someterlos más y mejor a una deuda eterna por muy injusta que les parezca? ¿No sería deseable que se sintieran incluso culpables por unos excesos que vosotros habéis marcado como la única forma de existir?
Pensad y luego me comentáis. Vuestro yate os espera repleto de caviar, angulas y todos los lujos que el dinero puede comprar. ¿Qué podéis temer? En serio ¿qué es lo único que os quitaría el sueño?