Recuerdo la visión de Kitash bajo la lluvia, con esa mirada salvaje y determinada, las dos espadas cruzadas a la espalda, la gabardina hecha girones y las cicatrices de longitud desconocida. Nadie en sus cabales se atrevería a enfrentarse a él. Y si alguien estaba tan loco como para hacerlo descubría pronto, pero demasiado tarde, …