El otro día estuve haciendo una reflexión que de vez en cuando creo que todos y cada uno de nosotros se debería plantear. ¿Y si hubiera vivido yo y mis circunstancias en un tiempo anterior? ¿Y si mi vida hubiera transcurrido hace cincuenta, cien, trescientos años antes? ¿Y si lo hubiera hecho hace mil años? Estoy pensando, por supuesto, en temas de salud de los que están a mi alrededor y qué hubiera pasado en otra época. ¿A cuántos hubiera visto morir de haber ocurrido lo que ocurrió hace unas decenas o centenas de años? ¿Por qué enfermedad que hoy es perfectamente tratable? Y cuando lo piensas es sobrecogedor. Porque en otro tiempo seguramente ni yo estaría vivo ahora, ni seguramente mis hijos ni mi mujer, y eso por no hablar de otras personas que conozco. Hoy, ahora, estoy con todos ellos. Estamos juntos. En otro momento alguno, o tal vez más, faltaría.
Lo interesante es que todo lo que de haber vivido en otro tiempo nos hubiera matado o dejado con serias secuelas o terribles vivencias, no lo ha hecho ahora por la ciencia y la medicina. Por todos esos avances que lenta, pero inexorablemente, han logrado vencer a viejos demonios. Esa ciencia que avanza con enorme esfuerzo hacia un futuro en el que hoy enfermedades graves e incluso mortales serán meras anécdotas que habrán pasado en la vida de uno y los suyos.
Me vienen a la mente decenas de momentos pasados en los que de no contar con los avances que había en ese momento hoy nada sería como es. Imagino que momentos dramáticos y terribles que ya he vivido, en el futuro, no causarán ese pesar a los que lo experimenten. Pasarán por ellos sin apenas darse cuenta de todo lo que tienen que agradecer a estos cientos de miles de científicos, médicos y personas que apoyan la investigación y la ciencia en general. Aquellos que defienden el pensamiento crítico, humanista, y que en virtud de la evidencia aceptan nuevas ideas a veces incluso contrarias a la propia intuición o deseos.