Existen muchas razones por las que algunas noticias terribles tienen más importancia para unos que para otros. Entre estas muchas razones hay dos que merecen la pena considerarlas siempre: lo raro del fenómeno y la proximidad geográfica y social.
Eso no es necesariamente malo. De hecho es como funciona nuestro cerebro.
En relación a la primera razón se me ocurre que tiene mucho que ver con la curiosidad que nos caracteriza y de permite que destaquemos todo aquello que se sale de lo acostumbrado. Un ejemplo podría ser la noticia de «hombre dispara a hombre en la cabeza» vs «niño dispara a niño en la cabeza». En ambos casos hablamos de la pérdida de una vida humana, pero ¿cual es la más rara y requiere nuestra atención inmediata para intentar comprender qué y cómo ha podido pasar? Además de eso ¿cual suscita una respuesa emocional más profunda? ¿Significa que nos importa menos que muera un hombre adulto que un niño?
La segunda es muy importante para nuestra supervivencia, pues permite, de forma general, que enfoquemos nuestros esfuerzos inmediatos en situaciones concretas que permitan afrontar mejor las amenazas más próximas físicamente y que por lo tanto nos amenazan mucho más que otras más remotas.
Un ejemplo podría ser «terremoto sacude Nueva Zelanda» vs «terremoto sacude España».
¿Significa esto que consideremos a las víctimas de un evento mejores o peores? No necesariamente. Como seres humanos somos más proclives a sentir más aquello con lo que tenemos más fácil identificarnos, con lo que tenemos más relación ya sea social o geográficamente. Unos atentados en el corazón de Europa afectarán sin duda más a los europeos que a los, por ejemplo, asiáticos, cumpliendose lo opuesto también. Y afectará más a los australianos, por ejemplo, aunque geográficamente estén más lejos por la simple razón de estar culturalmente más próximos. En pocas palabras, nos afecta más aquello con lo que nos podemos identificar más fácilmente.
Cuando llegamos al detalle, por supuesto, la mayor parte de la gente que se conmueve ante tragedias locales, también se conmueve con otras más lejanas, pues esa misma capacidad empática ya está desarrollada.
Sin embargo nuestra capacidad de concentración en asuntos de este tipo es limitada, o como especie seguramente hubiérmos sucumbido hace mucho tiempo, por lo que es bastante normal que marquemos como prioridades aquello más cercano que más nos amenaza y con lo que más nos podemos identificar.
Es cierto que en un mundo cada vez más conectado y globalizado, cada vez nos podamos identificar mejor con zonas y culturas más lejanas, y que cada vez reconozcamos más la necesidad de esforzarnos en sentirnos igual de afectados. Las personas tenemos distintas capacidades en este sentido por lo que muchas veces unos no comprenden cómo se sienten otros ante los mismos acontecimientos. También conviene considerar que tal vez nos engañemos a nosotros mismos acerca de cómo nos estamos sintiendo en realidad.