Desconectar a los ciudadanos de Internet

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Creative Commons License photo credit: Caitlinator –  ¿Existe algún tipo de medida más evidente de las intenciones fascistas de nuestros políticos que la pretensión de desconectar de Internet a los ciudadanos que sin ánimo de lucro comparten contenidos en Internet? Sinceramente creo que no.

En los últimos años la deriva fascista y autoritaria de las políticas afines a los lobbys del entretenimiento se han visto puestas a prueba con la inevitable socialización de la tecnología. Ahora que los ciudadanos han encontrado su espacio para hablar de lo que sea, de compatir lo que sea, de pensar con sentido crítico, los políticos ven una sólida y evidente amenaza a su estatus quo.

Los políticos que salen del pueblo, que son elegidos por el pueblo pero que gobiernan de espaldas a éste, tenían la posibilidad, o más bien la obligación de abrir el necesario debate sobre la adaptación de las leyes de propiedad intelectual al nuevo entorno digital. Este debate, pospuesto durante un par de siglos ya no podía ser pospuesto por más tiempo… la gente empezaba a no comprender las leyes promulgadas hace doscientos años. Y con razón.

Pero haciendo conscientemente oídos sordos al clamor popular, decidieron instalar al copyright como dios supremo de las actividades en Internet. El dogma no debe cuestionarse, se debe respeto y fidelidad aunque toda evidencia apunte a que las cosas no pueden ser así. La Fe en el copyright es tal vez una de las últimas muestras de cómo la religión intenta aniquilar la rica individualidad de los seres humanos en un espacio tan rico como el de Internet.

Seguramente los ciudadanos no estamos preparados para darnos cuenta de que es nuestra obligación apartar del poder a todos aquellos que se atrevan a imponer mediante la práctica del fascimos sus dogmas pro copyright excluyente. Sin embargo pronto han identificado un hecho notable… mucha gente con capacidad de liderazgo está empezando a cambiar las cosas. Tanto es así que no pueden esperar por más tiempo, no pueden correr más riesgos. Es necesaria una demostración de poder. Quien ose desafiar al todopoderoso dios del Copyright, la gran «C» en un círculo, será desconectado de Internet. La gente tendrá miedo. Nadie quiere desaparecer de Internet; en la era digital es lo equivalente al ostracismo social, es como una silenciosa muerte. Es un atentado al derecho de acceso a la comunicación, a la cultura, al vital hecho de existir.

¿No sienten cierto temor los políticos al tomar esta medida? ¿Están seguros de que la gente no responderá? ¿Saben que mucha gente ha descubierto que las acciones de estas personas son cómplices del secuestro de la cultura, del secuestro sistemático del pensamiento crítico que podría eventualmente apartarles del poder? ¿Saben que hemos reconocido el acceso a la cultura y el conocimiento humano como una de las vías más importantes para traer justicia y solidaridad a este cansado y doliente mundo?

Para los que hemos descubierto esta verdad, compartir esta información es una obligación ética. Cuando las medidas fascistas sean impuestas y empiecen a desconectar a unas cuantas cabezas de turco, tengan por seguro que no descargaremos nada de su incumbencia, por fortuna ya existe suficiente material de valor como para depender de su fallido modelo de negocio; ese es su auténtico e inconfesado temor. Pero pero tengan por seguro que cada segundo de conexión a Internet de mi tiempo libre será dedicado a revelar y explicar a todos la verdad sobre sus propósitos. Y en mi tiempo profesional daré lo mejor para crear herramientas que den valor a los modelos de negocio alternativos al suyo. Su despotismo sólo será el perfecto acicate que espero precipite la destrucción de su parasitario sistema.


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