No soy abogado. No suelo comentar mucho de los casos de corrupción que salpican a la clase política. Sin embargo defiendo Internet porque es el único último medio que permite informarse de todas estas cosas, que permite denunciar el abuso, que facilita que la gente acceda a información y contenidos que con el tiempo favorecen el pensamiento crítico, el espíritu escéptico, científico.
No creo demasiado en la revoluciones. Si en algo creo es en la evolución y hay algo que la evolución nos enseña: que hay ramas evolutivas que se truncan.
Creo que los últimos acontecimientos que estamos viviendo en torno a la justicia, en concreto por la persecución a un juez por investigar las atrocidades de lesa humanidad de Franco y sus secuaces, es algo que debería alertarnos para que reconozcamos dónde vivimos, la ilusión de democracia que nos han vendido durante los últimos años. Es una señal roja que nos muestra quién manda y gestiona nuestros destinos en realidad. Y podemos afirmar que es gente despreciable.
No se ha podido pasar página porque no hemos leído el triste y sangriento capítulo de la dictadura. Muchos franquistas, o pretendidos franquistas no reniegan de su sinrazón simplemente porque muchos no saben de qué son o han sido cómplices.
Así no se construye un país firme y fuerte. El barro anega nuestros endebles cimientos y como una torre caerá.
La sociedad entera está en peligro, un peligro más grande de lo que podamos imaginar. Se hará cierta la afirmación que dice que el pueblo que olvida su pasado está condenado a repetirlo.
Miserables hemos nacido y así moriremos si no somos capaces de frenar esta locura.
¿Entienden porqué temo tanto las leyes que crean contra Internet?
Update 9 de Abril de 2010: De un correo de Amnistía Internacional:
La “Ley de Amnistía de 1977” ha sido invocada para perseguir al único juez que ha intentado dar respuesta a víctimas de desaparición forzada y sus familias. Si este juicio se produce, será la primera vez en todo el mundo – al menos que tengamos constancia en Amnistía Internacional – que un magistrado, en democracia, es sentado en el banquillo por intentar conseguir verdad, justicia y reparación para las víctimas de crímenes internacionales. Además, enviará un mensaje tremendamente negativo para otros jueces que lo intenten, tanto en España, como en el resto del mundo.