Se acerca el día del libro y los lobbys de los intermediarios obsoletos se lanzarán a echar balones fuera echando la culpa de todos los supuestos males de una industria a todos los demás, sobre todo a los lectores, menos a si mismos.
Es la estrategia del incompetente y lo peor es que muchos autores todavía se creen la honestidad de los lloricas como si de un dogma de una religión incuestionable se tratara.
¿La culpa es de los que leen?
¿No será más bien al contrario? Los que quieren leer son la única oportunidad ante unos intermediarios que han producido una crisis de grandes proporciones en su propia estructura por tratar de mantener conceptos de la ficción analógica en la realidad digital que empezamos a vivir.
Los escritores harán bien en escuchar mejor a los que les quieren leer. Harán mejor en forzar a los editores y distribuidores a cambiar el modelo y la estructura de negocio. Es posible que incluso ganen más dinero de lo que están ganando ahora.
Por el bien de los creadores, por el bien de los lectores, pero sobre todo por el bien de la cultura que se debe a la humanidad.