Descanse En Paz… la superstición

Alejarse de la superstición es muy difícil, casi parece imposible. Con mucha frecuencia decimos «que tengas suerte» o «qué suerte que has tenido»… cuando en realidad la suerte, como tal, no existe. Tan sólo confluyen una serie de circunstancias, ya sean predeterminadas o aleatorias para que algo ocurra de una manera u otra. No quiero entrar en el debate del determinismo o la aletoriedad, no es el objeto de esta breve disquisición.

Sí es cierto, en cualquier caso, que el deseo de buena o mala suerte puede tener un efecto placebo y probablemente, por la propia auto sugestión con la que vivimos, de ahí surja toda la necesidad de creer en cosas que simplemente no se sostienen, cosas que no tienen base real. Tras un comentario aparentemente inocuo se pueden lograr cosas buenas, pero también malas. Llevado al extremo hace que el mal de ojo tenga efecto incluso sobre la salud de una persona. Descartando la influencia real del «mal de ojo» éste, lógicamente, no tiene efecto.

Pero es que tengo que decir que me encuentro con demasiada frecuencia con gente que se declara escéptica y que al mismo tiempo no duda en repetir la letanía de «descanse en paz» o D.E.P. cuando muere alguien.

Entiendo, entiendo perfectamente que es una forma de hablar, una forma de mostrar empatía ante la muerte de un ser querido, ya sea propio, de algún conocido, etc., pero no por ello deja de ser falso, un auto engaño.

Lo cierto es que el escéptico debe ser especialmente escéptico ante lo que ocurre tras la muerte. No existen pruebas, más bien al contrario, de que tras la muerte pueda haber algo más que no sea la descomposición y destrucción total de todas las células del cuerpo. Aunque el «D.E.P.» es una forma de tratar de ofrecer cierto confort al doliente, no deja de ser una mentira, que por mucho que repitamos no se convierte en verdad.

Es triste, cierto. En muchos casos es insoportablemente triste, pero es así. Y no me confundáis, no digo que a veces haya gente a la que haya que seguirle el juego porque simplemente no pueden soportar la realidad, como ante la muerte de un hijo o cuando familias enteras son borradas del mapa. Tampoco digo que a un niño le tengamos que decir la verdad sobre lo que ha pasado con sus padres; pero cuando alguien es maduro y crítico ha de ceder ante la evidencia y buscar otras fórmulas más razonables de mostrar esa empatía. Puede ser con un simple «lo siento mucho» a un más elaborado «de alguna manera siempre vivirá en nosotros por lo que ha influido en nuestra forma de ser y comportarnos, por cómo nos ha hecho sentir y nos ha cambiado. Mientras esté en nuestra memoria, de una manera u otra, vive.». No en vano somos en gran parte resultado de las infinitas influencias de nuestro entorno, incluídas, claro está, las personas que nos rodean y sobre todo las que más queremos. Somos, además de individuos, un poco los demás.

En realidad la muerte puede ser un término absoluto o relativo. El espíritu humano es capaz de soportar el más grande de los dolores si capitaliza el dolor para mantener viva la esperanza de un mensaje, una simple sonrisa, o cualquier otro recuerdo.

Hoy en día Hitler, si bien muerto hace décadas, sigue influyendo en no pocos humanos. Hemos de agradecer, no obstante que Gandhi, Bertrand Russell o Tolstoi también lo hagan.

Pero también es esencial cuando hablamos de muertes provocadas en situaciones injustas y horripilantes, como asesinatos, terroristas de todo pelaje o el abominable hambre que sienten tantos millones de personas, que tengamos muy en cuenta la realidad de dicha situación. El muerto lo está para siempre. No hay vuelta atrás y a veces hay que rebelarse para que no vuelva a ocurrir; para que no tengamos que lamentar esas situaciones. Como decía Carl Sagan «Las sociedades que enseñan la satisfacción con nuestra situación actual en la vida en espera de la recompensa post-mortem tienden a vacunarse contra la revolución.»

Que descanse en paz y para siempre la superstición.

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