La Ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde escribe un artículo en el País para defender la Ley Biden-Sinde, la disposición final segunda de la Ley de Economía Sostenible, forzada por el gobierno de EEUU y el vicepresidente Biden, que busca cerrar administrativamente webs por la mera sospecha de infracción de derechos de propiedad intelectual sin resolución judicial alguna que lo sustente. Recordamos en este punto que el tipo de webs que se quieren cerrar por ahora han sido declaradas legales en los juicios que se han celebrado. Parece que molestan dichas resoluciones.
Llama la atención que comience el artículo con un texto, El Quijote, que está en el dominio público. Recordemos que de no ser así tendrían que pedir permiso expreso de los titulares de los derechos (no necesariamente el autor), para reproducir las líneas. El Quijote está en el dominio público, pero amplios sectores de la autodenominada «industria de la cultura» o mejor dicho, «intermediarios de la industria del entretenimiento», piden que los términos de «protección» de los derechos de autor/intermediarios sobre las obras se amplíen más y más. Tal vez un día no podamos citar El Quijote por más tiempo sin pasar por caja.
Vamos a comentar algunos puntos que creo deben destacarse del artículo:
«El Quijote es Miguel de Cervantes, sino que la obra es fruto de su trabajo. También indica que solo el autor tiene capacidad para ceder esos derechos exclusivos de reproducción y comercialización de su obra a terceros y, lo que es más importante, expresamente advierte sobre una multa cuantiosa para quien imprima o copie la obra sin permiso.»
Sin embargo El Quijote es del dominio público. El Quijote fue escrito por Miguel de Cervantes, pero no es de él unicamente. Es su autor. Ahora es del conjunto de los ciudadanos, sin cuya existencia pasada el libro, lleno de citas de otros libros por cierto, jamás hubiera podido existir. Es más, es muy probable que con la actual reacción de las leyes de propiedad intelectual a nivel de derecho a cita, por ejemplo, jamás se hubiera podido escribir. En cualquier caso, al comienzo de las actuales leyes del copyright, de unos 300 años de antigúedad, era defender a los autores de los que tenían las imprentas y se lucraban con ellas sin pagar nada al autor, los editores y distribuidores. No es comparable a la copia privada, legal en nuestra legislación.
Hoy sin embargo la piratería, la realmente dañina, es la de las grandes corporaciones, no lo que pueda hacer el individuo, el ciudadano. La piratería es por ejemplo la del plagio, o la del aprovechamiento del trabajo del autor merced a contratos leoninos, o los siempre crecientes periodos de «protección» del «copyright».
«También contra la piratería y a favor del respeto a los derechos de autor lucharon desde Beaumarchais a Immanuel Kant»
Creo que contra la piratería, como he comentado, estamos todos. Otra cosa es que la piratería sea en realidad una palabra comodín para expresar una opinión sin argumentar. Si definimos piratería en el contexto de los autores que se esgrimen ad-populum, seguramente igualmente estaremos de acuerdo. Sin embargo que unos pocos, o muchos, estén a favor del monopolio que representa la «propiedad» intelectual, no la valida como la única opción o postura posible. También existen ejemplos de personas que no están a favor de los derechos de autor o de la concepción o deriva actual del tema. La reputación no cuenta, lo que cuenta son los argumentos y los hay en ambos sentidos y hoy más que nunca para limitar lo que se ha convertido en abuso y chanza.
«Internet nos ofrece alternativas a la realidad que podemos construir con nuestras manos. Durante el rato que estamos conectados, dejamos de ser meros consumidores para volver a ser, como antaño, productores de algo con lo que identificarnos.»
Internet es una extensión de la realidad. No es virtual. Virtual es una partida de rol, que puede jugarse o no online, lo que los personajes hacen puede ser virtual, pero no el hecho de jugar. Internet es tan real como cruzar la calle, sólo que en lugar de cruzar una calle analógica, verificamos nuestra identidad en una red social o servicio de microbloggin. Hablamos, nos comunicamos, discutimos porque es parte de la naturaleza hacerlo. Decir que Internet es virtual equivale a decir que una conversación telefónica es virtual, como si en realidad no se hubiera hablado algo que tiene su impacto en lo físico. Y lo que hacemos también permanece y tiene su efecto cuando nos desconectamos, como este humilde artículo. Así que sí, somos productores, somos creadores, interactuamos y cambiamos la realidad a través de la extensión digital de los anhelos analógicos que es Internet.
Pero vamos a la frase que más duele al que la lea, sea creador, ciudadano, internauta o todo junto. Según González-Sinde, el debate se reduce a un:
«gente de la cultura versus gente de la tecnología»
Y voy a citar a Rosa María Artal sobre este tema en concreto:
“me gusta la gastronomía pero rechazo los utensilios de cocina”. Disociar la cultura y sus instrumentos es no tener ni repajolera idea de lo que se habla. Y es reponsable de su gestión, precisamente.
Lo que dice la Ministra de Cultura demuestra falta de ésta última, al menos cultura sobre la realidad social que vivimos y vemos cambiar. Es el peligro de intentar resumir capciosamente el desafío ante el que nos encontramos. En realidad, si hablamos de bandos encontrados más bien se trata de gente de un modelo de negocio analógico que controlaba todos los canales de producción y distribución en 1985 vs. gente que quiere que los jueces resuelvan sobre la legalidad o no de las webs que se quieren cerrar por la mera sospecha y desean al mismo tiempo ver aparecer nuevos modelos de negocio para los servicios relacionados con los contenidos digitales. Nunca dejes que una explicación más completa estropee una simplificación absurda.
«Los derechos de autor son vistos como palos en las ruedas que solo detienen el avance del progreso»
No, no los derechos de autor, sino algunos lobbys de intermediarios de ciertos modelos de negocio, que no es que sean vistos de esa manera, es que son precisamente eso. Décadas de complejos sistemas de licenciamiento e intermediación han creado un monstruo con pies de barro que se mueve torpemente amenazando caer y arrastrar todo lo que pueda a su paso. Los derechos, prebendas, de algunos modelos de negocio ofuscan posibles soluciones para esas mismas industrias y sus trabajadores. Los derechos de autor se deben mejorar para que sean más acorde a la realidad en todo caso. Pero no todo vale para mantener la antigua situación en pleno comienzo de la era digital.
«Mientras el héroe (los usuarios de la Red, el mítico internauta) pierde tiempo y energía con el que considera su enemigo (la gente de la cultura), el verdadero adversario está en otro lado haciéndose más y más fuerte.»
¿No pierde más el tiempo cierto sector de la industria del entretenimiento que es quien llama piratas (criminales) a los ciudadanos por copiar contenidos y enlazar? El internauta medio no sé, pero yo, como ciudadano y como yo imagino que muchos otros ciudadanos e internautas, no estamos contra «la gente de la cultura» porque nos incluiría a muchos de nosotros, amigos, conocidos o admirados. Contra los que estamos son contra algunos representantes, intermediarios que se niegan a cambiar, principalmente discográficas obsoletas y distribuidores innecesarios en volumen o naturaleza. No utilice la falacia del hombre de paja y nos ponga palabras que no hemos dicho.
«Vaticino que en ellos ese falso antagonista -los de la cultura- se revelará como el aliado natural y verdadero del héroe -el anónimo y desinteresado internauta-, «
Mira, en esto estoy de acuerdo, pero más bien creo que serán los creadores los que se darán cuenta, pues muchos se están dando cuenta ya, de que los internautas, ciudadanos que quieren sus contenidos, los copias y comparten son en verdad sus aliados y no como muchos otros alientan, el enemigo que quiere su aniquilación ¿la aniquilación de quién?
«Esa ley que popularmente se conoce con el apellido de mi abuela no tiene por objeto ni controlar ni detener el progreso en la Red. De la misma manera que el propósito de las leyes de propiedad intelectual no fue nunca enriquecer a los autores, sino velar por las necesidades e intereses de toda la sociedad: proteger las ideas para que crezcan las ideas. «
La ley está mejor llamada Biden-Sinde, sin duda. Pero digamos la verdad, es una ley por orden de USA, según revelan los cables de Wikileaks, para cerrar webs administrativamente, webs que si los jueces pudieran entrar en el asunto resultarían ser legales. Sólo que las cerramos primero y preguntamos después. Si algún webmaster va a juicio, para cuando le den la razón y la indemnización (de nuestros impuestos), la web ya no tendrá posibilidad de volver a existir en un entorno tan cambiante como es Internet. Esta ley forzada por EEUU, con legislación tan distinta en materia de «derechos de autor» que se le llama de «copyright», sin derecho a copia privada, crea una herramienta tan poderosa y peligrosa que hace de quien enlaza sospechoso, juzgado y culpable por la misma Sección Segunda del Ministerio de Cultura, el Gobierno. Algo así es demasiado para una sociedad sana y democrática. El propio enlace, de los últimos recursos que los políticos han dejado a la sociedad para la libertad de expresión, está en evidente peligro.
«Lo lamentable sería que los Méliès de hoy fueran erradicados de la Tierra como lo fue el gran cineasta francés cuando gigantes como Edison lo llevaron a la ruina imponiendo un modelo de negocio que llevaba anejo un modelo narrativo, estético e ideológico único.»
Es exactamente lo que está ocurriendo. Los autores viven bajo la imposición de modelos de negocio añejos, analógicos y únicos forzados por los lobbys de las discográficas y los distribuidores. Ahí está el problema.
«Cada vez menos gente podrá dedicarse profesionalmente a ella y nos veremos abocados a un menú monofágico de apenas unos pocos platos que gusten a muchos y que decidan por nosotros grandes intereses económicos (los verdaderos dueños de la Red).»
Sin embargo la evidencia le contradice de forma tajante. Cada vez hay más variedad, más creadores no necesariamente profesionales, sino semi-profesionales, que sacan algo en detrimento de los que antes eran los únicos en sacar algo de dinero. Así que no hay riesgo, el menú se amplía gracias a los nuevos modelos de negocio, a las licencias libres, al hecho de compartir. Y si protegemos la neutralidad en la Red, los dueños de ésta serán ellos, los autores, nosotros y todos los ciudadanos. Nunca se ha generado y consumido más contenidos que en esta época, por lo que es poco probable que Gonzalez-Sinde pueda demostrar lo opuesto.
La piratería es la de los lobbys que quieren ampliar una y otra vez el secuestro de lo que debería estar en el dominio público, como por ahora está «El Quijote».
Y no olvidemos que antes los creadores podían crear a partir de lo contemporáneo porque las obras se devolvían al dominio público a los pocos años de su publicación, no como ahora, que tienen que pasar 70+1 años de la muerte del autor (no de la publicación de la obra) para que puedan ser usadas. De eso también habría que hablar en términos de piratería pues afecta de forma grave a autores y ciudadanos en general.
Update Miércoles 19 de Enero a las 8:44. Acabo de leer este artículo de Galli que confirma mis sospechas y pone en su sitio a la Ministra en cuanto a conocimiento de la historia del cine y el término de piratería se refiere.
Update Miércoles 19 de Enero a las 10:23. Otro interesante artículo sobre lo que pasó con El Quijote y la «piratería».
Ésta mujer tiene un grave problema, nos considera tontos…
“Cada vez menos gente podrá dedicarse profesionalmente a ella y nos veremos abocados a un menú monofágico de apenas unos pocos platos que gusten a muchos y que decidan por nosotros grandes intereses económicos (los verdaderos dueños de la Red).”
Esto se las trae, precisamente eso es lo que pretenden los auténticos jefes de la Sinde, la Industria (Discográficas) ahora somos libres, navegamos y descubrimos auténticas joyas musicales, que nunca se editaron aquí.
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