Dejar de creer porque sí es una actitud que al principio da miedo. Buscar la razón, la lógica y descartar la cháchara, la superstición a veces parece que nos acerca a un precipicio pero a la larga resulta especialmente liberador.
Creer que por querer creer algo, ese algo va a ser real es un salto que no deberíamos asumir nunca. La realidad es más obstinada que nuestros más obstinados deseos. Es cierto que hay que desear, pero de ahí a pensar que sin acción va a ser suficiente para cambiar algo, existe un salto cualitativo muy importante.
La superstición está ahí, nos rodea. Queremos creer que las cosas mejorarán, pero con creerlo no es suficiente garantía. A veces las cosas ocurren de una manera y otras veces de otra. El conjunto de interacciones es enorme y las posibilidades se antojan infinitas.
Podemos soñar que siempre va a haber una mano amiga que nos salve en el momento preciso, pero es más importante darse cuenta de que no existen garantías al respecto. Puede que esa mano llegue, pero también puede que no. Es mejor estar preparado y aceptar las cosas como son.
En el ámbito de la vida ser consciente de nuestro lugar en el universo, aunque da miedo, es liberador. Liberarse de la superstición es una de las actividades más reconfortantes a la postre.