Dando religión

Yo, en su día, di religión e incluso fui a catequesis, ¡hasta me confirmé! Y en ese proceso yo era el azote de los profesores y catequistas.

En la catequesis llegó a tal extremo la situación que los catequistas palidecían si me veían aparecer tras varias semanas de aliviante ausencia por mi parte. Al final recuerdo una monitora que directamente decidió dejar de dar catequesis cuando yo estaba en el grupo y hablábamos de viajes y cosas de la vida, sin más. Pero fue en el colegio que un profesor de religión, el cual era contradictorio como yo y por eso me caía bien, puso una redacción para nota sobre qué era la navidad para nosotros. Y bueno, yo expresé lo que pensaba, porque ya por aquel entonces no me creía mucho el tema de la existencia de un Dios como el descrito en viejo o nuevo testamento. Añadí además mi opinión sobre la mercantilización de una celebración, aunque no entré en temas del origen pagano de estas fiestas del solsticio de invierno.

La redacción me quedó muy bien, tal y como me dijo el profesor de forma privada. Me confesó que le gustó mucho pero que por «coherencia» con el objetivo de la clase no me podía poner un sobresaliente y que lo sentía mucho. Me puso un notable que, al menos en aquel momento, me supo a victoria. Esa victoria moral de arriesgarse a expresar tus ideas sin importar las consecuencias, pero de tal manera que no puede ser sino aceptado en parte por el que se opone a tus ideas.

Peor me fue, eso sí, cuando otra profesora nos pidió una redacción sobre la maravillosa fiesta de los Toros de la cual era amante. Ahí sí que me gané un buen suspenso. Y sí, ese también me supo a victoria.

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