Lo que hace que hagamos

Normalmente, como seres humanos, tendemos a intentar simplificar las motivaciones de otros para sus acciones. Lo cierto es que raramente lo que uno hace obedece a un único factor. Casi todo es siempre mucho más complejo. Lo peor es que al albur de nuestros prejuicios con frecuencia tendemos a descartar algunos importantes factores aunque sólo sea porque muchas de nuestras acciones, incluso las positivas, están igualmente guiadas por éstos.

Esto es relevante en el contexto de acciones que consideramos negativas o malvadas. Con demasiada frecuencia aquello que no podemos, o queremos, explicarnos lo simplificamos erradicando, si no toda, parte de la humanidad de esas personas que realizan tales acciones.

Esto es especialmente relevante en actos con base religiosa, donde la política, control social, irracionalidad, manipulación, costumbres e incluso perturbaciones mentales se entremezclan.

Si no tenemos en cuenta la mayor cantidad posible de factores que llevan a alguien comportarse de una manera determinada es difícil, cuando no imposible, combatir ese comportamiento que nos escandaliza y trastorna.

Es tentador achacar a la maldad inherente del ser humano esos actos, como si eliminando a la persona se eliminara la idea que lo llevó a cometer atrocidades. Sólo analizando esta pluralidad de factores, aceptando la corresponsabilidad de ideas vertidas por otros seres humanos en forma de creencias ciegas religiosas, ideas políticas envenenadas y otros sistemas de control resistentes al escrutinio crítico, podemos llegar a comprender qué caminos, con frecuencia dramáticos, tendremos que emprender.

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