El problema de los políticos lo hemos provocado los ciudadanos, que consentimos. Se ríen de nosotros, nos recortan derechos, abusan, mientan, destrozan vidas y les seguimos votando por miedo a que otro peor venga. Somos cómplices si caemos en la falacia del «voto útil» y lo cierto es cada día veo más cerca una necesaria revolución.

Una revolución que debe ser individual para llegar a la totalidad.

Y no hablo siquiera de nuestros derechos en relación a despropósitos como la elevación de la edad de jubilación, por poner un ejemplo, sino por lo necesario de reconducir las prioridades y hacer lo correcto. ¿Y qué es lo correcto? A veces es difícil saber lo que hay que hacer, pero es más fácil saber lo que no hay que hacer.

Porque la crisis que vivimos ahora no es nada comparada con las crisis que persisten desde hace décadas en África. Conflictos que no impedimos y que son causados por nosotros para mantener una riqueza que cada vez más se acumula en unas pocas manos cuyos dueños carecen de moral y ética.

Es hora de sí, rebajar nuestro nivel de vida (aunque sinceramente yo ya pocas opciones tengo de rebajarlo más), y de combatir activamente al enemigo, una gentuza política que nos exige sacrificios sin hacerlos ellos, y que permiten con leyes y mentiras la acumulación de riquezas en los que provocan la miseria de millones por todo el mundo.

Si no vemos antorchas pronto por las calles, es que estamos haciendo algo mal.