Día 19 de confinamiento.
Muchas cuestiones se mezclan en mi cabeza cuando leo las cada vez más airadas reacciones de mis conciudadanos. El tiempo, la incertidumbre y el miedo tiene efectos. Quiero aprovechar un momento de relativa quietud para poner en orden algunos de mis recuerdos y reflexiones personales.
Recuerdo que por enero estuve siguiendo de forma lateral la epidemia que se estaba gestando en China. Al principio le di relativa importancia, en parte porque como persona interesada por la biología y los virus en concreto, he leído varios libros sobre estos fenómenos. Pensé que se podría convertir en una pandemia, pero también, en mi fuero interno lo fuí desechando ya que soy muy de esperar calamidades que al final no van a más.
No recuerdo la fecha, pero en un momento dado todo parecía estático en el mundo y, ocupado con mil historias como siempre, y diciéndome que soy un poco paranoico y que seguro que no era para tanto, lo dejé.

Luego todo se precipitó y el peso de la epidemia pasó de China a Corea del Sur. Fue tanto así que recuerdo que existía una sensación de desastre en Corea del Sur. Lo recuerdo vívidamente cuando hace apenas un par de meses fuí a donar sangre y ahí el médico al preguntar si había viajado fuera de Europa y yo responder que había estado en Corea del Sur me miró con sorpresa y, sí, un poco alarmado. Le tranquilicé diciendo que estuve mucho antes de la epidemia y seguimos con el proceso. Ya había medidas y avisos de la pandemia. Es curioso que en aquel momento todos temiéramos a Corea del Sur y que la gente me mirara raro cuando llevo una de las gorras que compré allí, y que ahora sea puesto como ejemplo a seguir en estos casos. Me permito apuntar aquí que gran parte de su éxito tuvo que ver con trazar a todas las personas mediante un sistema extraordinario de «espionaje» social.
Desde aquel día, y con tres a cuatro días de antelación empecé a acertar en mis predicciones ante la incredulidad de los que me escuchaban. Consideré que había que cerrar los colegios, lo que se hizo, y confinar en aislamiento social a la gente. Y se hizo. Me sorprendió que no se parara toda actividad económica no esencial antes, y el retraso de dos semanas en hacerlo me pareció un error evidente, como que no se haya garantizado de oficio que todos tengamos mascarillas. Ahora bien ¿qué hubiera pasado con un cese temprano de una mayor parte de la economía? ¿Tenemos mascarillas ahora que vemos los países pelearse por ellas en todas las partes del mundo?
No voy a disculpar a nadie con este texto, pero animo a la gente a reflexionar que los gobernantes actualmente, todos, tienen difíciles decisiones que tomar. Y tomen la decisión que tomen hay un precio que pagar. Ninguno lo está haciendo todo bien y algunos son infinítamente peores que otros. Hay errores y esos errores se pagan muy caros. Hablamos de vidas humanas. Pero admito que yo mismo hubiera cometido muchos de esos errores de haber estado en cargos de responsabilidad. O peor, hubiera sabido qué hacer pero sin los medios adecuados hubiera tenido que ganar tiempo para intentar procurarlos. Ese tiempo puede ser tiempo perdido o no dependiendo de factores externos. Visto lo visto, las cosas podrían haber salido mucho mejor de haber existido más unión solidaria entre naciones, más visión a medio y largo plazo. De nuevo, visto lo visto.
Lo que debemos es ahora trabajar juntos de forma constructiva, reconocer los errores, enmendarlos y aprender a no repetirlos. El problema es que muchos de esos errores o aciertos los descubriremos pasados días, semanas, meses e incluso años.
El otro día hice un ejercicio mental con un amigo. Le dije, ponte en el lugar de un gobernante, cualquiera y dime qué harías. Yo hice de abogado del diablo y la cosa o pintaba bien para sus decisiones hiciera lo que hiciera. Las decisiones que tomamos tienen que tener en cuenta componentes sociales, económicos, sanitarios, imagen exterior, recursos disponibles, ayudas y colaboraciones. No son decisiones que se toman en el vacío sin valorar de forma aproximada,, y muchas veces inexacta, las consecuencias y el costo de tomarlas.
Se han hecho cosas mal e incluso muy mal. Sí. Pero mi pregunta es ¿podemos viajar en el tiempo para cambiarlas? No. ¿Pudimos haber tomado otras decisiones? Sí. ¿Podemos cambiar eso? No. Ahora lo que cuenta es lo que decidamos nosotros desde este momento en adelante. Pero sabed que se tomen las decisiones que se tomen hay que pagar un precio. Quién lo paga y cuánto, dependerá de muchos factores a tener en cuenta que no siempre sabemos o podemos valorar. Si lo único que podemos hacer es remitirnos al pasado y recordar que se hicieron cosas mal, obviamente eso no va a solucionar nada, más que nada porque no tenemos una máquina para viajar en el tiempo y todo eso. En todo caso se empeorará pues las nuevas decisiones que se tomen podrían ser más torpes, lentas o ineficaces por miedo a lo que la sociedad vaya a considerar después que se debía haber hecho o no. Por cierto, esto es aplicable a todos los países.
Así que mi recomendación ahora es que a título individual todos y cada uno de nosotros deberíamos emplear la mesura, la responsabilidad individual, la calma en la medida de lo posible y, sobre todo, la solidaridad. Y aquellos que están en el poder, deberán ejercer éste con la máxima responsabilidad, firmeza y conocimiento sabiendo que habrá errores, algunos imperdonables en el futuro. Pero si logramos que sean transparentes, precisos e informativos, es posible que logremos entender mejor lo que nos espera en los próximos meses.