Una de las experiencias más interesantes que se puede probar con casi cualquier «creyente» joven (prefiero crédulo a creyente) es preguntarle si cree en todos los preceptos de la Iglesia. Normalmente dirán que algunas cosas sí, pero otras no. Cuando indagas sobre qué les lleva a aceptar unas cosas sí y otras no, te explican aquellas en las que no creen usando un proceso mental más o menos científico y crítico.
Si les preguntas porqué no usan el mismo sistema para analizar aquello que sí creen sin más, te miran raro. No captan el concepto. El mismo proceso usado para descartar aquello con lo que no se está de acuerdo se debería usar para poner a prueba aquello en lo que se cree llegando a una misma e inevitable conclusión; no hace falta religión para decidir qué es bueno, moral o incluso ético. Al responder porqué no se acepta un dogma religioso se destruye la esencia de la creencia en el todo religioso.