Las leyes de los tres avisos

Desde hace ya varios meses llevamos escuchando sobre las tristemente famosas propuestas de leyes de tres avisos que persiguen el supuesto objetivo de disuadir y desconectar, llegado el tercer aviso, a las personas de Internet por compartir material protegido por la modalidad «todos los derechos reservados» del copyright.

Aparte de considerar muchas de estas noticias simples globos sonda, al menos en lo que a España se refiere, hablo de «supuestos objetivos» porque realmente creo que poco tienen que ver estas medidas con la protección a los autores. En todo caso hablaríamos de algunos autores. Si algo ha cambiado la era digital y ésto es precisamente lo que temen los lobbys, es que personas que hasta ahora eran simples espectadores se han convertido en magníficos creadores; en ocasiones mejores y más prolíficos que los considerados profesionales. Existe una nueva forma de crear contenidos de calidad y el modelo de su creación no se basa en obtener suficientes ingresos como para dedicarse exclusivamente a ello.

En realidad uno de los objetivos de dichas leyes, incluidas las ACTAs las DMCAs y demás no es sino intentar frenar en el tiempo la inevitable reconversión que las industrias audiovisuales, basadas en modelos de explotación analógicas, tendrán que sufrir durante los próximos años.

En el contexto digital crear, duplicar, transportar y consumir obras se puede lograr a costos marginales. Las leyes de copyright que garantizan un monopolio sobre las creaciones durante un tiempo por muchos cienfícicos excesivo, no se adaptan a las nuevas formas en las que la sociedad entera disfruta y crear apartir de lo previamente creado.

Otro de los principales objetivos, y motivo por el cual los políticos se dejan llevar por los lobbys de presión de las industrias del entretenimiento, es que gracias a estas medidas se podrá hacer lo que todos los gobiernos ansían, que es controlar de forma económica qué, cuándo y cómo se consume en la privacidad de los hogares. Eliminando el derecho fundamental a la privacidad, paso a paso, pretenden lograr adaptar que los protocolos, la tecnología y por lo tanto el propio código de Internet, limite y supervise lo que la gente hace en sus casas. En muchos países hay censura, se crean leyes para penalizar los «crímenes de opinión». Internet, una herramienta de libertad que favorece que la gente intercambie ideas con libertad, se puede convertir en la pesadilla que cualquiera que haya leído 1984 de George Orwell podrá reconocer. Esto es lo más peligroso porque la ciudadanía asume el discurso político y no se cuestiona el peligro que dichas medidas encierran.

Sin embargo, de vuelta a las industrias del entretenimiento ¿salvarán estas medidas a su modelo de negocio obsoleto? Primero que dudo que dichas medidas se puedan llevar a cabo de forma efectiva. Son normas puramente perversas. Los P2P no son ilegales, en todo caso según qué usos podrían llegar a ser usados de forma ilícita, pero el coste de identificar y castigar esos usos ilícitos, es inmenso. Esas medidas cortarán la conexión a quien no debe, se les privará de un derecho fundamental de acceso a la información, los autores no verán sus ingresos aumentados, y la ciudadanía, simplemente, se moverá a otra tecnología o sistema para seguir intercambiando. Lo que sí puede que logren es que la ahora mal organizada resistencia digital gane en organización, coordinación y adeptos, y el descontento general ante el abuso general de los políticos logre desalojar a los que en más precario están de sus asientos de poder. La situación actual de los políticos tras las crisis a la que han llevado al mundo está haciendo que más de los que desearan se estén cuestionando la viabilidad del actual supuesto modelo democrático representativo.

Estas leyes draconianas no solucionan el problema, crean otro al llamar criminales a ciudadanos que son en realidad honrados. El problema es que hay que estudiar y cambiar la ley para que sea coherente con la realidad, no con las ansias, deseos u opiniones de unos pocos. Hay que incluir el método científico en la elaboración de las leyes. Básicamente hay dos posturas, dos opiniones con sus arguementos. Hasta ahora ha ganado una, pero ¿no podría tener más razón la otra? Hasta ahora no se había probado, pero resulta que sí parece que tiene más base la otra opción, la que dice que el autor no es dueño de todos los derechos, tal vez de algunos. Puede que incluso de ninguno.

La postura del copyright estricto es que el autor tiene derecho a decidir qué hacer con su obra pero ¿es realmente el autor depositario de todos los derechos? ¿No es acaso la creación algo sólo posible gracias a que toma de su entorno y lo anteriormente creado todo tipo de elementos de forma objetiva y subjetiva? Realmente no parece tener sentido que un autor sobre su obra tenga todos los derechos. Habría que delimitar cuantos derechos tiene por su propia genialidad, y en función de qué usos subsecuentes sean posibles para lo creado, las limitaciones sean más o menos flexibles.

En una situación de superabundancia de contenidos se hace patente y evidente que «todos los derechos reservados» es una opinión con una base argumentaria muy débil.


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