
¿Existe la suerte? ¿Buena suerte o mala suerte?
En mi lento deambular fuera de la superstición me doy cuenta de lo arraigado que está en nuestras mentes conceptos supersticiosos como los relativos a la «suerte» o los «feliz año nuevo»o «feliz navidad».
¿Qué es la felicidad? ¿Qué deseamos realmente con la navidad?
Surgen preguntas y pocas respuestas son científicamente correctas. Habrá que hablar más bien del espíritu de las palabras o los deseos más que de hecho comprobables. La suerte, de hecho, no existe. Sí existe cierta predisposición a «tener mala suerte» o «buena suerte» que no es sino un condicionamiento previo a pensar que las cosas nos saldrán mal o bien. No existe motivo objetivo para creer que realmente existe una mala suerte, pero sí que nos fijaremos en las cosas malas y seremos más proclives a equivocarnos o a tener accidentes si pensamos que dicha mala suerte existe. De la misma manera pensaremos que hemos tenido buena suerte por haber recibido un premio cuya probabilidad de obtención era reducida.
Cuando la gente desea feliz navidad o un próspero año nuevo lo que se hace es expresar cierta simpatía por la persona, esperando, sin decirlo, que las casualidades o los determinismos sean positivos para la persona, pero sin basarse en nada concreto más allá de una esperanza que como mucho se puede basar en las aptitudes o cualidades de la persona receptora.
Está arraigado en nuestro imaginario el decir «he tenido suerte» cuando en realidad significa que las casualidades o determinismos nos han sido propicios para nuestros objetivos. Es más cómodo pero induce a error si no se tiene bien en cuenta que no existe una fuerza sobrenatural que define el éxito o fracaso de nuestros intentos y del curso de nuestros caminos.
Intentar salir de esos clichés es difícil, casi imposible, pero con frecuencia recurro a una gran frase de la cultura americana que reza «Shit happens!» o en otras palabras «¡La mierda pasa!»
De la misma manera las cosas buenas pasan y desear que pasen no ayuda en gran medida a que ocurran, sino la voluntad de hacer lo necesario para que ocurran. Lógicamente desear, querer que algo pase es una importante predisposición de la psique. Aún y todo puede que las cosas no pasen como deseamos, pero no será por causa de algo sobrenatural, sino de las complejas y a menudo incomprensibles interacciones de millones de pequeñas acciones funcionando en extraña sincronía incluso a nivel atómico.
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