Al cambiar el sentido de mis rezos y ser más honestos comprendí que el sentido del pecado es distinto según la percepción. Lo que para algunos era pecado, no era aplicable en mi caso. Lo que para mi era pecado, no lo era para la Iglesia ¿porqué? Sencillo, porque el pecado de la religión se basa en una moral y no en la ética. Si cada uno tiene su moral ¿no debería tener su propio sistema de pecados? Lo deseable es la ética o seguir el mandamiento básico de Jesús, el de amar al prójimo como a ti mismo, pero no parecía que esa fuera la fuente de inspiración que movía siempre a nosotros, los católicos (cuando todavía lo era, claro).
Entonces empecé a faltar a la misa. Empecé a faltar a las catequesis y cuando pasadas semanas volvía mis catequistas se estremecían pensando en qué nueva pregunta comprometida habría estado yo pensando.
No les faltaba razón. Básicamente volvía por compromiso y por ponerles en situaciones incómodas. Me daba la sensación que de yo sabía de la Biblia mucho más que ellos pues la leía con los ojos críticos de un espíritu científico que poco a poco se da cuenta de que algo falla en el bonito esquema contradictoriamente utópico que me planteaban. En pocas palabras. Era algo demasiado bonito para ser verdad. Todo parecía más bien un montaje destinado a que nos conformemos y no asumamos nuestros propios errores.
No eran capaces de responder a mis inquietudes. No era mala gente, no me entendáis mal, me llevaba muy bien con ellos, pero no podían satisfacer mis inquietudes espirituales que entiendo distintas de las religiosas.
Tras la confirmación mi ruptura con la iglesia católica parecía imposible de evitar y ni siquiera era el principio de todo lo que llegaría a cambiar.
No cuestionaba realmente a Dios. Cuestionaba la iglesia. No creía que Dios tuviera que ser como unos humanos lo interpretan. Al fin y al cabo existían varias visiones o nociones distintas de cómo tendría que ser Dios, por lo que no podría decantarme objetivamente por ninguna. Si tenía que encontrar a Dios tendría que hacerlo yo mismo, lejos de la iglesia que imponía una visión única y monolítica.