Imaginemos por un momento que alguien encuentra una fórmula para hacer crecer manzanos que den manzanas sin necesidad de tierra, agua o aire. Imaginemos que cualquier persona pudiera tener en sus casas uno de esos fantásticos manzanos.
¿Sería lógico seguir manteniendo un modelo de negocio basado en la venta y distribución de manzanas?
Según parte de la industria del entretenimiento, la que basa su modelo de negocio en la intermediación, sí.

A este revelador hecho añadiremos que son de los que llaman criminales a los que tienen esos fantásticos árboles en su casa porque destruyen “puestos de trabajo”, o mejor dicho evidencian, la obsolescencia de quienes ya no hacen falta.
Lo cierto es que duplicar átomos no es posible hoy por hoy. La materia no se crea de la nada, pero lo que sí se puede hacer con facilidad es duplicar bits. Existe una diferencia importante que algunos pretenden soslayar.
Sí que es cierto que las ideas, al menos las buenas, son escasas y el acto de crear contenidos de calidad no es duplicable, pero ese es en realidad otro tema muy distinto al que se discute o por el que se llama criminal al usuario potencial; que no es el otro que el acto de duplicar el contenido creado por parte de cualquier ciudadano.
Siempre se ha cuestionado si alguien es dueño completo y total de la obra que crea. Hoy más que nunca es evidente que no puede serlo, no al menos de forma categórica o que se pueda limitar con excepciones a sus derechos sin invadir los de los demás. No es posible un equilibrio que fomente el respeto si existe un desequilibrio de base; el de la privación del receptor del mensaje del creador de cierto derecho sobre dicha obra.
En otras palabras, toda obra se debe en menor o mayor medida al entorno, a lo pasado y lo presente. Toda creación pertenece en cierto grado al lo común.
Incluso la ley lo establece así con el dominio público. Las obras vuelven al dominio público tras unos determinados periodos de tiempo. Lo curioso es que esa pertenencia al dominio público con su manifiesta utilidad a la comunidad exista de forma absoluta tras un tiempo arbitrario y no antes ni en grados.
La única forma de solucionar los problemas que la industria del entretenimiento se está creando pasa por aceptar la realidad y salvaguardar el derecho a la copia sin ánimo de lucro de cualquier contenido una vez ha sido publicado. A partir de ahí podremos valorar la calidad, la originalidad y retribuir de forma directa o indirecta al artista y los intermediarios necesarios que queden o se adapten.
El negocio no será pues la venta y distribución de manzanas, sino la creación de nuevos árboles fantásticos que sacien el hambre de conocimiento, cultura y entretenimiento.
Actuar de otra manera es un ejercicio de irresponsabilidad por parte de industria y políticos y por ende de quienes votan a estos últimos.