La ciudad de Nueva York, aunque presumiblemente por orden de alguno de los multimillonarios lobbys de ciertas industrias intermediarias, aka, distribuidoras y algunas productoras, lanza una de esas ya conocidas y manidas campañas llenas de falacias y, por otro lado, demagogia.
Su argumento se resume en esta aseveración sin más prueba que un deseo ferviente de que sea cierto:
– Si copias contenidos de otros usuarios, o pones a disposición y no se paga, alguien pierde su trabajo. Normalmente una persona con la que te puedes identificar.
– Ergo, si copias sin pagar eres una mala persona, si pagas, eres una buena persona.
Fin del sesudo análisis.
Entramos pues en una mezcla de cuestión moral, rigor científico y medias verdades (que crean mentiras completas).
Lo cierto es que no sé ni por dónde empezar.
Bueno, vamos a intentarlo:
Lo primero tal vez sea que no se ha demostrado realmente una relación clara sobre el auténtico impacto negativo de las copias de contenidos no autorizadas (recordemos que la copia privada es legal en la mayor parte de Europa). Es más, de hecho el efecto es más bien entre nulo, pequeño e incluso puede ser positivo. Lo que ocurre es que:
1) Los ingresos de todos los agentes que intervienen el proceso de la industria del entretenimiento van de un sector a otro. No existe crisis en sentido estricto. Cada vez se vende más en general. Algunos pierden, evidentemente. Curiosamente los que comparten contenidos son los que más gastan al final.
2) Algunos artistas (e industrias) ganan menos, pero otros que no ganaban nada, ahora ganan algo o tienen oportunidad de lograrlo.

3) Los estudios científicos rigurosos no avalan la relación que estudios sesgados y cuestionados pretenden hacernos creer.
Lo que sí que es cierto es que los que suelen pagar las consecuencias de la situación actual sí son los menos culpables. Normalmente se despide a los trabajadores por cuenta ajena, pero si vamos a hablar de cuestiones morales es imprescindible hablar de todos los factores involucrados. Como suelo decir ¿es moral ser el responsable de unas industrias de intermediación o generación de contenidos y no idear y poner en práctica nuevos modelos de negocio? Porque todo sea dicho de paso, con demasiada frecuencia ocurre que los intermediarios se obcecan en seguir ganando lo mismo mermando lo que deberían dar a los agentes con menos poder, como los propios artistas y trabajadores.
La clave sigue siendo la misma. La gente copia y comparte. Esa es la realidad. Uno puede quejarse amargamente y forzar leyes que criminalicen lo que sus clientes y potenciales clientes hacen, o pueden empezar a dar lo que los usuarios piden, que no es precisamente pagar por contenidos, su copia y distribución, sino por un servicio cómodo y conveniente a un precio reducido, incluso gratis, como ya se está demostrando factible.
Ahora bien, aceptemos pulpo como animal de compañía y supongamos que sí, que el intercambio de contenidos sin ánimo de lucro, o con él, afecta a los trabajadores. Dejemos abierta la puerta a considerar que tal vez, sólo tal vez, gran parte de la responsabilidad de este hecho sea de la inacción de gran parte de las industria del entretenimiento. La pregunta es ¿y qué? Ocurrió lo mismo con la revolución industrial, con el invento del frigorífico o el uso del gas en lugar de grasa de ballena iluminar las calles.
La reconversión es importante y debe ser iniciativa de las industrias que van cayendo en la obsolescencia y responsabilidad en gran parte de los gobiernos.
La tecnología produce los cambios más importantes en la sociedad y a veces a ésta le cuesta seguir el ritmo. No digamos ya a ciertas industrias mastodónticas acostumbradas a controlarlo todo de una forma analógica basada en la escasez de recursos para copiar y distribuir.
Eben Moglen nos lo explica aquí:
Dicen al final de la campaña que no existen las películas gratis. Bueno, es sorprendente que se use todavía esta archiconocida falacia de hombre de paja. Eso sólo lo dicen ellos, no los ciudadanos. Claro que no existen películas gratis. Sabemos que cuesta dinero hacerlas, que hay que pagar a la gente, los materiales y demás, pero la cuestión no es si cuesta o no hacer películas. La cuestión es cómo pretenden seguir amortizando esas películas con modelos de negocio imposibles de forzar en la era digital. Es eso lo que debe cambiar, porque si bien no hay películas «gratis total» si que tiene un precio cercano a cero la copia y distribución de éstas. Lo que tendrán que hacer es rentabilizar el hecho de que la gente quiere compartir sin ánimo de lucro, algo muy difícil de detener sin perjudicarse ellos mismos.
«Dicen al final de la campaña que no existen las películas gratis»
Pues yo llevo toda la vida viendo películas gratis en la tele.